Lo es ahora

No te alejes de tu mamá, le decían al pequeño marcelito que, a veces con bronca, se escapaba de los brazos que lo contenían y cuidaban de no cruzar la calle. No te escapes de tu abuelo, también le decían los domingos, cuando comían pasta casera en la casa de los nonos.
Es que el abuelo Roque tenía mal carácter y mostraba enfurecido los dientes y se mordía los labios cada vez que marcelito hacia alguna cagada. Se perdía en el amplio patio lleno de árboles. Cerca del limonero construyó una pequeña cabañita para esconderse horas enteras y no salir por ningún motivo, por más que los gritos de marcelito!!, marcelito!! aturdieran el vecindario.
Salió una vez y ya era de noche. Miró hacia arriba y vio las estrellas. El silencio retumbaba en las paredes de ladrillo descubierto y cemento mal repartido. Era una noche tranquila, despejada. No sentía ningún grito. Marcelino, en el piso, observa el cielo. Al poco tiempo que se sentó pensando en las luces de la oscuridad, una tonelada de rayos azules, casi celestes, comenzaron a invadir el marrón de las paredes. Luces que iban y venían. Sintió la voz de su mamá.
Enojado, salio a la calle para ver quien era que molestaba con esas luces azules y voces extrañas. Abrió una puerta que se comunicaba con el comedor y apareció en la cochera donde pudo abrir el portón. Varios policías lo miraron de inmediato. La mamá se dio vuelta sin comprender la mirada enojada de marcelito. Las cejas arrimadas, la cara de trompa y la frente arrugada.
Todos los días marcelito se escapa un rato y salta de la cama y se asoma desde su ventana para observar aquel cielo negro con los puntitos blancos. No se lo cuenta a nadie. Pero es parte, tal vez de un sueño, tal vez de una ilusión, de la que todavía no comprende en sus pequeños once años. Porqué me la contó a mi, que soy la señal de su vida, porque estoy esperando aquel momento que llegue, desde el futuro, en que le diga Jorge Aguirre, un productor que se hará famoso por sus películas de fama mundial, marcelito, me gustó tu guión, lo quiero filmar. Ese soy yo, ese momento, en que sabrá que hacer con su sueño. Su película comienza en uno día cálido de verano, cuando dos hermanos se escapan de la casa de sus padres para soñar con empezar la carrera de mago. Uno lo consigue, pero su hermano hace toda una carrera gastronómica poniendo una pizzería con mediana fama. El mago sale de gira y termina en un extraño episodio en Pennsilvania, donde es arrestado. Mientras en la argentina siguen la noticia, lo mas interesante es cuando se logra escapar, por sus dotes de mago y aparece, al poco tiempo, en la casa de sus padres, de noche, en aquel patio, en el patio de marcelito, y junto a su hermano se toman una botella de wisky.
Marcelito tiene once, todavía mira el cielo y no sabe de su gran película. Será director de su obra maestra sin haber antes pasado por trabajos mediocres y mal pagos. Estudiará cine apenas aprobando con lo justo. Pero su obra, su gran película, lo llena de gracia, de alegría, de satisfacción. Todavía no lo sabe, pero tampoco hará otro nuevo film